Se define a la dramaturgia como la técnica, la acción de componer e interpretar obras de artes escénicas. La capacidad de crear un texto, una narrativa que lleve al público a introducirse en un relato compuesto de universos y personajes que se mezclan entre sí para descubrir todo tipo de emociones y sentimientos, un drama.
Fue la dramaturgia la que reunió el pasado viernes 29 de marzo en la Sala Beckett de Barcelona a decenas de profesionales de las artes escénicas de toda España. Era la primera vez en la península que se realizaban unas jornadas dirigidas exclusivamente a la dramaturgia para infantes y jóvenes.
De la mano de la TTP – Associació Professional de Teatre per a Tots els Públics y ASSITEJ España – Asociación de Teatro Para la Infancia y la Juventud, se suplía una necesidad patente de exponer un sector ninguneado y maltratado por la naturaleza del público al que se dirige. Las fechas del 29 al 31 de marzo marcaron una efeméride que sorprendía por lo tardía de su aparición, porque la dramaturgia dirigida a los más jóvenes había tenido que esperar hasta 2019 para presentarse en el mapa estatal. No porque hasta entonces fuese inexistente, que no lo era (hay compañías y estructuras realizando un trabajo excelente en este ámbito), si no por la invisibilidad que sufre a raíz de prejuicios inexplicables e injustificados.
Las ocho conferencias y mesas de debate que hicieron de la Sala Beckett el epicentro de la dramaturgia infantil y juvenil durante tres días, buscaron abarcar todos los aspectos que competen a una materia aún en crecimiento.
La presentación del evento estuvo a cargo de Toni Casares, director de la Sala Beckett, Agnela Domínguez, de la Fundación SGAE, Eulàlia Ribera, presidenta de ASSITEJ España, y Cristina García, en representación de la TTP. En ella se adelantó un programa “difícil de superar y que deja el listón muy alto”, con ponentes de gran recorrido y muchísima experiencia dentro de la dramaturgia infantil y juvenil.
La sesión inaugural, titulada Cómo dirigirse a la infancia y la juventud en el teatro. Dramaturgia y otros formatos, contrastó el caso particular de la dramaturgia en las artes escénicas con los formatos televisivos y literarios. Moderada por Orio Puig Taulé, contó con la ponencia de Lorenzo Soto, escritor de novelas juveniles, Víctor Borràs, dramaturgo y actor de la compañía Teatre Nu, y Anna Espinach, guionista de dibujos animados como Horaci l’inuit.
Esta primera mesa de debate evidenció que el contenido dirigido al público más joven sufre los mismos problemas sin importar el formato. Es común que los productores se encuentren con frases como “el contenido (para menores) no es serio”, prejuicios que representan el mayor obstáculo de las obras dirigidas a los más pequeños.
La mesa también comentó la dificultad de publicar algunos contenidos con la aún frecuente censura de temas controvertidos y el miedo a encararlos con la infancia, como son la muerte, el suicidio, el maltrato, etc. Y destacó la importancia de no excluir a la infancia de dichos temas, presentando diferentes métodos para abordarlos, como el enfoque humorístico o las metáforas.
En la segunda y última sesión del día también se enfrentaron enfoques diferentes, los de dos generaciones de dramaturgos. La mesa de debate Diálogos intergeneracionales. ¿Cómo ha cambiado la dramaturgia para la infancia y la juventud en los últimos años? sentó a Ramon Molins, a Itziar Pascual, a Carla Rovira y Paco Gámez en una ponencia que contrastó dos contextos temporales separados por una multitud de cambios: la incorporación de las nuevas tecnologías, las diferentes tendencias del mercado y herramientas de financiación de las compañías, una creciente voluntad de generar espectáculos de calidad y, sobre todo, el trato de las nuevas sensibilidades. Sensibilidades como la necesidad de representar a toda la sociedad en el teatro, la incorporación de protagonistas femeninas y la apuesta por explicar temas tabú (tema constante a lo largo de los tres días de jornadas).
El sábado se centró básicamente en el público al que se dirige la dramaturgia, con tres conferencias dedicadas a las diferentes franjas de edad que marcan el crecimiento de los infantes hasta que se hacen jóvenes.
A las 10 de la mañana, Isabel Urpí, del Festival El Més Petit de Tots, Juan Berzal y Jorge Padín, de Ultramarinos de Lucas, y Julia Ruiz, de La Sal Teatro, formaron la mesa encargada de contextualizar la dramaturgia dirigida a la primera infancia. La sesión Dramaturgia dirigida a la infancia (0 a 5 años) destacó la carencia de narrativa en un segmento de edad que es hipersensible a su entorno, donde predominan las experiencias sensoriales y corporales.
Se trata del segmento de edad donde el público tiene su primer encuentro con la dramaturgia, encontrándola, en primera instancia, en el proceso comunicativo y en los juegos. Sin embargo, también es un público que no concibe ficción en aquello que absorbe, pues se encuentra en un proceso de asimilación de la realidad.
También se comentó el papel de las figuras adultas y su importancia en el momento de compartir la experiencia dramatúrgica. Es una experiencia compartida, social, en la que los adultos deben acompañar a los infantes sin intervenir demasiado, aconsejaron los ponentes.
El debate generó más preguntas que respuestas y se llegó a la conclusión de que en este segmento de edad, nos encontramos en un campo aún inexplorado y del que queda mucho por entender.
A continuación daba inicio la sesión Dramaturgia dirigida a la infancia (6 a 12 años), con los dramaturgos Itziar Pascual, Jordi Palet y Tomás Afán acompañados por Lola Fernández de Sevilla como moderadora.
“Esta franja de edad es más crítica y se le puede hablar de todo”, introducía Afán, en referencia a la aún fresca charla anterior.
El de los 6 a 12 años es un público más crítico y exige más calidad. Es difícil captar su atención, pues acude al teatro “cautivo”, obligado a asistir mediante la dirección de los adultos. Para poder ganarse a esa franja de edad, el teatro debe volverse su espacio, debe hacer que lo sientan propio para evitar que lo entiendan como una obligación.
Itziar Pascual insistió en que es un público al que no se le tiene en cuenta del todo, pues sus necesidades y su mundo particular no se ven reflejados en lo que encuentra en el teatro: “La emoción dominante en esta franja es la tristeza, pero los adultos negamos ese sentimiento y les obligamos a reprimirlo”.
La misma Pascual concluyó la mesa con un llamado de atención: “Los adultos creemos que el aprendizaje es unidireccional, pero no es así. Tenemos que mirar a los niños, aprender de ellos y aprender con ellos. Solo así entenderemos sus necesidades”.
Y tras una intensa mañana de debate, hubo un momento de distensión con el encuentro entre las compañías y profesionales de la dramaturgia. Se cambió a un formato de mesa redonda donde los participantes pudieron presentarse y explicar sus necesidades desde sus casos particulares. Abigail Ballester, gerente de la TTP y Gonzalo Moreno, secretario general de ASSITEJ, moderaron la mesa redonda e invitaron a los participantes a compartir sus ideas sobre la relación entre profesionales de la dramaturgia y compañías, puesto que todos coincidían en que existía una clara separación entre ambas partes.
La voluntad de colaborar era evidente, pero no existían los medios para establecer una relación firme. Así se llegó a la conclusión de que la prioridad debía ser la creación de una red de información y contactos que permitiese estrechar esos vínculos, y, si es posible, incluir instituciones y organismos públicos.
El medio día dio paso a la hora de la comida y después de un delicioso menú en el concurrido restaurante de la misma Sala Beckett, era el momento de hablar de la juventud, la gran asignatura pendiente de las artes escénicas.
Los llamados a hacerlo fueron María Velasco, José Padilla y Xavier Gamito, en una mesa moderada por Javier Hernando.
“Es un público perdido”, llamaba la atención José Padilla en una pulla a las artes escénicas en general. “El juvenil es un público a la deriva entre el infantil y el adulto, al que no se le ha tenido en cuenta y que ahora mismo está olvidado”, decía Padilla mientras la sala entera asentía. Todos los presentes eran conscientes de la situación en la que se encuentra este segmento de edad, un público que representa el reto más grande de las artes escénicas.
¿Se debe escribir una dramaturgia dirigida especialmente para este público? ¿O ya están preparados para cualquier tipo de obras? Fueron algunas de las preguntas que se plantearon en la mesa.
La cuestión es que los jóvenes huyen de las etiquetas que los adultos les confieren. Al ser llamados “jóvenes” se les atribuyen conceptos como inmadurez o inexperiencia, con los que estos no quieren ser relacionados.
Hablamos de la audiencia más exigente de todas, escéptica, reacia a sentir emociones profundas, y es trabajo de los dramaturgos y de la sociedad ganarse su confianza, con esfuerzo, espectáculos de calidad y espacios que puedan hacer suyos.
A las 17 horas y aprovechando que la Sala Beckett incluía en su programación teatro infantil (esta es la primera temporada que incluye este tipo de espectáculos), los participantes de las jornadas tuvieron la oportunidad de ver la obra infantil Les Clinck de la compañía Les Bianchis.
Los invitados a la última sesión del día, La edición de textos dramáticos para infantes y jóvenes, fueron Javier Hernando, del Área de publicaciones de ASSITEJ, y Rubén Gutiérrez del Castillo, Director general de la Fundación SGAE.
En lo que fue una constante durante todas las jornadas, se volvió a insistir en la lucha contra los prejuicios de obras infantiles y juveniles. Especialmente porque las artes escénicas y los textos teatrales continúan teniendo una dramaturgia muy ligada al elemento pedagógico y didáctico, “la permanente mirada paternalista”.
Cuando Gutiérrez del Castillo fue preguntado si había dramaturgos que verdaderamente valiera la pena publicar, el director de la Fundación SGAE fue contundente: “Sí. Hay muchos dramaturgos muy buenos que hacen muy difícil el elegir qué publicar, que están haciendo un trabajo espectacular”. Aunque matizó, “pero también hay muchos otros que se enfrentan a los textos para jóvenes con muchísimos prejuicios”, en referencia, nuevamente, a la innecesaria tendencia a aleccionar.
Sobre el papel de las instituciones, Gutiérrez del Castillo cree que estas deben velar por el contenido que se publica para infantes y jóvenes: “…debemos llevar esa responsabilidad de ver qué se está publicando y luchar por mantener altos los estándares de calidad”.
Para terminar la jornada del sábado, Gutiérrez del Castillo dedicó también unas palabras de agradecimiento a la dramaturga Itziar Pascual por su obra: “Hay que agradecer a personas como Itziar un trabajo tan riguroso para los niños. Su labor es invaluable y la sociedad debería agradecérselo también”.
Llegó el domingo y restaban las dos sesiones con las que concluirían las I Jornadas de dramaturgia para la infancia y la juventud.
La primera, Más allá de la dramaturgia. Escuela y Teatro, presentó los trabajos de Judit Figuerola, del Proyecto Flipart de la Diputación de Barcelona, de Juan Pablo Heras, dramaturgo y profesor de secundaria, y de Montserrat Ismael, del Mercat de les Flors, contando con la moderación de Cristina García.
La mesa de debate se enfocó en la convergencia entre el teatro y la escuela, dos espacios trascendentales para el desarrollo de jóvenes e infantes. Los ponentes iniciaron explicando sus proyectos y experiencias.
Rápidamente se desvelaron la gran cantidad de obstáculos que hay para introducir las artes escénicas en las aulas. Además, cuando sí logran introducirse en el programa lectivo, los profesores no están preparados para enseñarlas correctamente, ya que, en la mayoría de los casos, son personas ajenas a la materia.
Los ponentes comentaron también que es común que los proyectos, dependientes de ayuntamientos e instituciones públicas, sean el primer objetivo de los recortes cuando las finanzas no acompañan o cuando hay cambios en el gobierno. “Porque los niños no votan”, criticaba disgustada Figuerola, que había visto como su proyecto se hundía después de años de duro trabajo por culpa de la crisis.
Es innegable la capacidad del arte y de la expresión para potenciar y enriquecer la experiencia académica en las escuelas, pero el sistema es cerrado e inflexible, imposibilitando la incorporación de proyectos e ideas muy buenas y con mucho potencial.
En el desenlace, la mesa, llena de esperanza por los increíbles proyectos y ejemplos presentados, concluyó que es necesario continuar luchando por reformas que son indispensables para una vida escolar monótona que pide a gritos un cambio.
Finalmente, llegó la tan esperada conferencia de clausura en la que Suzanne Lebeau compartió los pasos y experiencias que le llevaron a escribir sus obras y a ver el mundo desde su peculiar perspectiva.
Una emotiva cronología llena de anécdotas y experiencias personales mantuvieron una sala completamente llena en silencio absoluto. Nadie quiso perderse ni una sola palabra de la presentación.
Atenta a la línea que habían seguido las sesiones de las jornadas, Suzanne admitió que en sus inicios redactaba con los mismos prejuicios de los que ahora huye: “…escribía con la concepción de que debía hacer una historia increíble, con ideas mías que ellos (los niños) no tenían”.
Recordó el momento en el que de verdad empezó su aprendizaje en la escritura para infantes: “Mi primera escuela de escritura fue trabajar directamente con los niños, sentarme con ellos, ver lo que ellos veían, oír lo que ellos oían, conocer sus sueños y esperanzas. Cada niño es un ser único”, comentaba recalcando la importancia de la experiencia directa con su público, experiencia que se transformaba en empatía.
Y es que para ella, una de las claves para escribir dramaturgia infantil es la empatía, un concepto en el que puso especial énfasis: “adoptar el punto de vista del otro, sin perder el suyo propio”.
Trabajar con los niños, explicó, la cambió para siempre: “Los niños me permitieron acercarme a la esencia del ser humano y conocer concepciones totalmente alejadas de las convicciones generales de la sociedad”. Concepciones que la llevaron a comprender las diferentes reacciones de los públicos frente a una misma situación, como sucedía con su obra El ruido de los huesos que crujen, con la cual experimentó un fenómeno que la sorprendió. “Al terminar la obra, la audiencia infantil sentía esperanza y los adultos desesperanza”, una reacción que describe muy bien la gran diferencia que existe entre la infancia, pura e inocente, y la madurez, con sus prejuicios construidos.
Sin embargo y a pesar de sus diferencias, para ella, tanto niños como adultos deben compartir la experiencia dramatúrgica juntos, ya que se trata de “un camino de aprendizaje mutuo que nunca termina”.
Tras finalizar su presentación, la dramaturga canadiense fue aclamada con los atronadores aplausos de una sala en pié.
Cerraba una cita que quedará marcada para siempre en el calendario de la dramaturgia infantil y que, seguramente, será la primera de muchas más ediciones.
Suzanne Lebeau y el taller de dramaturgia
El programa de esta primera edición se complementaba con el taller de dramaturgia que había empezado dos días antes que las jornadas. Impartido por la prestigiosa dramaturga canadiense Suzanne Lebeau, trató un temario que incluía la relación de la niñez con el teatro, la relación adulto/niño y los tabús, la catarsis y los conceptos de subjetividad y objetividad.
La formación, de 16 horas de duración repartidas de miércoles a sábado, fue una de las grandes responsables del éxito de la actividad.
La noticia de que Lebeau participaría tanto en las jornadas como en el taller no tardó en convertirse en el principal reclamo para profesionales de la dramaturgia, que acudieron desde todas partes de España para escuchar a una de las mayores referencias del sector. Y es que la dramaturga cuenta en su activo más de 25 obras originales, 3 adaptaciones y numerosas traducciones, siendo reconocida a nivel mundial como una figura clave de la dramaturgia para público infantil y figura entre los autores de Quebeq más puestos en escena en el mundo con más de 150 producciones repartidas entre cuatro continentes.
Algunos de los afortunados que lograron asistir al taller (afortunados, sí, porque la lista se reducía a tan solo 12 participantes a petición de la mismísima Lebeau) calificaban la experiencia como “una revelación”. Y no es para menos. Con su discurso, la dramaturga canadiense transmite un amor sincero tanto por su profesión como por el público al que escribe, sin mencionar la diligencia y rigurosidad de su método de trabajo, mirando siempre a los infantes a los ojos.
El origen y una necesidad
La idea de unas jornadas de dramaturgia para la infancia y la juventud nace años atrás con el artículo del periodista Oriol Puig Taulé: ¿Dónde están los dramaturgos del teatro familiar?, tras la Mostra Igualada de 2017, donde se evidenció la necesidad de una relación más estrecha entre dramaturgos y compañías del sector familiar. “Señores de la Sala Beckett: ¿para cuándo un curso de dramaturgia de espectáculos familiares en el Obrador?” preguntaba Puig Taulé.
La TTP tomó nota y ese mismo año, aprovechando la Fira Mediterrània de Manresa, organizó la sesión formativa #TTPforma: dramatúrgia i espectacles infantils: una realitat o una coincidencia? La actividad tuvo gran acogida y allí se incitó efusivamente a dar continuidad al tema. Es en este punto donde se realizan los primeros contactos con la Sala Beckett de Barcelona, obrador internacional de dramaturgia, y se empieza a gestar el proyecto que desembocaría en las I Jornadas de dramaturgia para la infancia y la juventud.
El impulso definitivo surgió a finales de 2018, cuando la TTP se reúne con ASSITEJ España y donde se descubre el trabajo paralelo que ambas entidades están realizando con el objetivo de visibilizar la dramaturgia para los públicos más jóvenes. ASSITEJ se une al proyecto de la asociación catalana y meses después se realiza la primera edición de las Jornadas de dramaturgia para la infancia y la juventud con la Sala Beckett como sede y con la participación de Suzanne Lebeau como principal reclamo.
La Sala Beckett, el espacio idóneo
La primera edición de las Jornadas de dramaturgia para la infancia y la juventud se realizó en su totalidad en los espacios de la Sala Beckett de Barcelona. El sitio no podía haber sido más idóneo, puesto que el hogar del Obrador internacional de dramaturgia es “un espacio hecho para que te sientas en casa”, tal y como lo describió su director, Toni Casares. En sus pasillos conviven profesionales y estudiantes de la dramaturgia y artes escénicas, y se mezclan aulas, salas de ensayo y dos teatros.
El que fue el edificio de la cooperativa obrera Pau i Justícia, construido en 1924, fue reacondicionado como una instalación teatral de primer nivel para acoger a una Sala Beckett que buscaba crecer y expandirse. La estructura “conserva todos los fantasmas que la han habitado durante cerca de un siglo”, expresaba orgulloso Casares mientras guiaba una breve visita antes del inicio de las jornadas.
El entorno lo componen molduras de yeso, rosetones, viejas escaleras y paredes destartaladas pintadas tan sólo por las heridas que dejaba el paso de los años. Historia viviente reconvertida en arte arquitectónico gracias a los restauradores que tomaron el reto de ponerla a punto para ser el único teatro del mundo que tuvo el permiso del Nobel Samuel Beckett, el autor de Esperando a Godot, para llevar su nombre.
Fotografías de Gonzalo Moreno.
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